La jornada comenzó muy temprano con la oscuridad como único
testigo. Era una noche muy fría pero aguanté la tiritona como pude. Las manos no
eran capaces de apretar el obturador de mi cámara y los pies ya no los sentía
desde hacía más de una hora al estar metidos en el agua con solo unas botas de
goma como protección, pero cuando el sol salió y lo bañó todo de un maravilloso
color dorado, me dí cuenta de lo afortunado que soy por poder vivir momentos
como éste, momentos que me demuestran que estoy vivo y que nos recuerdan que
nuestra verdadera madre es la Naturaleza.
Estos son mis momentos, solo míos, pero me gusta
compartirlos con vosotr@s...